jueves

La Suavidad del Viento.

   El cielo esta azulado, tiñendo apenas con el cándido tenue color de las nubes, gigantes pinos siempre verdes, son sacudidas sus ramas dócilmente por el viento.
   Las plantas emprenden el renacer, el verde del heno rústico, el colorido rubio de una que otra florecilla silvestre, avisando que la primavera ha llegado.
   El viento sosegado pasa ligero tocando el hábitat y trae con él, la tristeza de la muerte. 
   Un día resplandeciente, con una brisa fría, que penetra hasta lo más profundo los huesos, indicando que muchos espíritus han segado sus ojos, con el profundo sueño eterno.
   Los campos santos, ya no dan abasto, para tanto cuerpo inerte, en una envoltura plástica negra esperando a ser consumida por las llamas del fuego.  
   El viento trae, el aroma a carne quemada convertida en blancas y blandas cenizas. 
  Cuantos han fallecido y siguen sucumbiendo, no importa la edad, raza, ni credo. Todos van para una vasija fría aguantando en su interior, un soldado más que perdió la batalla, ante esta guerra silenciosa.
   El viento pronto trae nubes tenebrosas, tapando el azul del cielo, cubriendo de desconsolado luto a la tierra.
   Banderas de todos los continentes, yacen inertes a medio astil, en el campo de batalla de la tierra.     Virus mortífero creado por mentes destructivas, está matando a nuestros hermanos, mientras los vivos dan tiempo al tiempo para que llegue el turno.
   Nubarrones azabaches se van formando, y pronto abatirán en lágrimas del cielo, en signo de duelo, que tristeza, el ver sepulcros comunes en donde yacen miles de féretros que encierran la vida apagada y el dolor desgarrador de haber perdido a un ser amado.
   La calamidad está diezmando al hombre, sigilosamente resguardada, paraliza la respiración, hasta que el corazón deja de latir, y una vida más se ha apagado, mientras pronto se contagiaran más seres vivos, recordándonos la fragilidad y sin darnos cuenta la delicadeza de la brisa del viento trae la corona de la muerte.